En Mendoza, dos mamás compartieron sus testimonios en la II Jornada de Adopción: entre abrazos, temores y certezas, contaron cómo llegaron los hijos a sus vidas.

Luego de las disertaciones institucionales, y tras una pausa, el murmullo de los asistentes bajó cuando el micrófono cambió de manos. Ya no eran funcionarios, ni jueces, ni ministros quienes tomaban la palabra: eran madres. Madres que alguna vez esperaron, que alguna vez dudaron, que alguna vez soñaron con una puerta abriéndose para siempre.

Allí, en el marco de la II Jornada de Adopción organizada por la Subsecretaría de Infancias, Adolescencias y Juventudes junto al Registro Provincial de Adopción, se habló menos de expedientes y más de abrazos. Menos de plazos, y más de miradas que se reconocen.

“Los elegimos… y ellos nos eligieron”

María Jimena Valdivieso empezó su relato con una sonrisa leve. Dijo su nombre, contó que junto a su esposo formaron una familia ensamblada de siete y que, hace cinco años —en plena pandemia—, tres niños llegaron a su casa. Tenían once, trece y catorce años.

“Entramos al Registro en 2019 pensando en un solo niño pequeño. Pero la vida nos sorprendió y llegaron tres. Fue rápido, sí, pero sobre todo fue hermoso”, contó.

El salón de La Enoteca la escuchaba en silencio: “Los vínculos se construyen en lo cotidiano, en el día a día. Y hoy están fuertes”, dijo, como si hablara desde un rincón de su casa, entre mochilas escolares y meriendas compartidas.

Jimena quiso hablarles a quienes aún dudan: “Invito a que se animen, especialmente a adoptar niños más grandes. Es diferente, porque hay una elección mutua: nosotros los elegimos… y ellos nos eligen. Son vínculos muy conscientes. Maternar o paternar es difícil, claro, pero trae una felicidad inmensa”.

“Apenas lo vi, supe que era él”

Lorena llegó a la maternidad por un camino distinto. No estaba inscripta en el Registro cuando vio a su hijo por primera vez: estaba en una convocatoria pública, esas que se abren cuando ya no quedan familias inscriptas compatibles.

“Tenía trece años”, dijo. “Apenas vi su foto, escribí. Sentí que era él”.

La vinculación empezó en octubre y para marzo ya vivían juntos. “Sí, hay miedos… siempre hay miedos. Pero maternar nace del corazón. Ahora no puedo imaginar mi vida sin él”. Lorena miró al público. “Desde el amor todo es posible. Esto es lo más importante que me pasó. Quiero que todos lo sepan: adoptar vale la pena”.

Más que cifras: infancias, vínculos y futuro

La jornada, que también incluyó ponencias técnicas y la presencia del Gobernador Alfredo Cornejo, la ministra de la Suprema Corte María Teresa Day y el ministro de Educación, Cultura, Infancias y DGE, Tadeo García Zalazar, dejó una certeza: detrás de cada legajo hay una vida que espera ser abrazada.

Cornejo lo resumió con una frase que resonó en el auditorio: “Los números pueden parecer fríos, pero cuando muestran avances significan esperanza. No queremos que los niños crezcan en residencias: queremos que crezcan en familias”.

Esa tarde, entre aplausos, quedó claro que los expedientes pueden convertirse en nombres, que las esperas pueden convertirse en hogares, y que cuando el amor elige… la vida cambia para siempre.