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La Reserva de Biósfera Ñacuñán volvió a ser escenario de una campaña sanitaria interinstitucional destinada a reducir riesgos para la fauna silvestre y mejorar la salud de los animales domésticos que habitan en la zona. El operativo se desarrolló bajo el enfoque Una Salud, a través del trabajo coordinado entre el Gobierno de Mendoza, el Conicet (Iadiza), el Municipio de Santa Rosa y la Universidad Maza, con el apoyo de organizaciones dedicadas a la conservación de felinos silvestres como Geoffroy’s Cat Working Group, Small Wild Cat Conservation Foundation y Big Cat Rescue.
En esta oportunidad se revisaron más de 40 animales —entre perros y gatos—, que fueron principalmente vacunados y desparasitados. Estas intervenciones son parte esencial de las acciones destinadas a minimizar la transmisión de enfermedades como moquillo, parvovirus, leucemia e inmunodeficiencia felina o parasitosis a especies nativas como el gato montés, el gato del pajonal, el puma y el zorro gris.
“En una reserva, la protección de la fauna silvestre es una prioridad absoluta. Perros, y especialmente, gatos domésticos que deambulan libremente, representan una amenaza directa para la fauna nativa porque cazan aves, reptiles y pequeños mamíferos”, explicó el director de Biodiversidad y Ecoparque, Ignacio Haudet. “Por eso este tipo de campañas no son solo un servicio a la comunidad, sino acciones concretas de conservación”, agregó.
Desde 2022, el equipo de trabajo interinstitucional sostiene un cronograma de operativos que incluye vacunación, desparasitación y campañas de castración. Esta última es considerada la herramienta más efectiva y ética para el control poblacional y la prevención de riesgos, ya que permite reducir el número de animales sin hogar, minimizar la reproducción no deseada y prevenir enfermedades graves como cáncer de mama, útero o testículos.
“Actuar a tiempo es urgente en zonas como Ñacuñán. Una sola perra puede tener hasta 16 cachorros al año, y una gata, hasta 18. Si no intervenimos, la población crece de manera exponencial y el impacto ambiental se multiplica”, destacó Haudet. “Cada día que pasa sin control poblacional puede significar más aves o mamíferos nativos cazados. Por eso insistimos en que la castración y la vacunación son medidas imprescindibles para proteger la biodiversidad”, explicó.
Además del impacto ecológico, estas campañas mejoran la calidad de vida de los animales domésticos y reducen riesgos para las familias de la zona, como mordeduras, accidentes o propagación de enfermedades zoonóticas. La esterilización temprana también facilita una recuperación rápida y segura, especialmente en animales jóvenes.
En el contexto de la Reserva de Biósfera Ñacuñán —y de todas las áreas naturales protegidas—, la tenencia responsable adquiere dimensión de política ambiental. “Cuando hablamos de castrar, vacunar o desparasitar, hablamos de cuidar el equilibrio de ecosistemas frágiles. Es una responsabilidad compartida entre el Estado y la comunidad”, concluyó Haudet.




